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En los cuentos de hadas tradicionales, nos enseñan que lo importante para ser feliz en el amor es el saber elegir adecuadamente a una pareja. En la juventud somos idealistas y al hacerlo, construimos un futuro con base a sueños e ilusiones que rara vez se apegan a la realidad. Y, ¿cómo evitar el asumir que lo más importante en una historia de pareja no se reduce solo al encontrarla, si así terminan todos los cuentos de hadas con los que hemos crecido muchas generaciones de niños?

¿Pero qué fue lo que sucede en muchos matrimonios que terminaron en divorcio? Pues que el encontrar a la persona indicada es solo el principio de un largo proceso de aprender a amar, y no solo el comienzo de la felicidad eterna, como nos indican los cuentos de hadas.

¿Recuerdas cuando viste por primera vez a esa persona de la cual te enamoraste? ¿Te acuerdas cuándo la besaste por primera vez? ¿Recuerdas el cómo comenzaste a sudar, a tener palpitaciones, como tus manos temblaron, te ruborizaste, sentiste mariposas en el estómago, tartamudeaste y hasta comenzaste a reírte de la nada? Bueno pues todo lo anterior indica, nada más y nada menos, que aquella persona que estuvo frente a ti, era bioquímicamente compatible contigo. Nada más… Las sensaciones que se viven cuando nos empezamos a enamorar, tienen una explicación que va más allá del simple agrado por una cara bonita, un pelo precioso o por una sonrisa coqueta. La atracción tiene fundamentos psicológicos y físicos que se van construyendo desde la niñez.

Así, los enamorados cometen el mismo error que los que arriesgan su vida por un movimiento colectivo apasionado e idealista: atribuir la experiencia extraordinaria a las virtudes del ser amado. La persona de la cual nos enamoramos no es diferente a las demás, al igual que nosotros no somos diferentes a los otros. Es el tipo de relación que se establece entre nosotros y de los que estamos enamorados; el tipo de experiencia extraordinaria que estamos viviendo lo que hace diferente y extraordinaria a la otra persona y más allá, lo que nos vuelve diferentes y extraordinarios a ambos.
Helen Fisher (2005), en su libro: ¿Por qué amamos? Naturaleza química del amor romántico, explica cómo funciona nuestro sistema nervioso cuando conocemos a una persona con la que somos compatibles y empieza el enamoramiento. Fisher explica que antes de que una persona se fije conscientemente en otra, ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le permitirá enamorarse de una persona y no de otra.

De igual manera, el sexólogo John Money (1999), en su libro: The lovemap guidebook: a definitive statement; describe que los niños desarrollan estos mapas mentales de los que habla Fisher entre los 5 y 8 años de edad, con base en las asociaciones a miembros de su familia, amigos, con experiencias agradables y contactos interpersonales significativos con otros seres humanos. Así pues, Money y Fisher hablan de que antes de que el verdadero amor toque a tu puerta, tú ya elaboraste los rasgos esenciales, la personalidad, y hasta los defectos de carácter que tendrá la persona ideal a quien amar. Es por eso que esa especie de fascinación que hace que dos personas se queden “enganchados” con gran necesidad de interactuar y conocerse más a fondo, se conoce como: La química del amor; ella se refiere a un conjunto de reacciones emocionales en donde hay descargas neuronales (electricidad) y hormonales (sustancias químicas como dopamina y norepinefrina y serotonina) además de feromonas (ácidos, gases y olores).
Todo ellos se mezclan creando una revolución interna que convierte lo racional en irracional, la prudencia en torpeza y la serenidad en nerviosismo. Son reacciones que explican buena parte de los signos del enamoramiento.

Cerca del año 2000 años se planteó el estudio del amor como un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas, relacionadas al contacto interpersonal en las relaciones sociales. Entonces, científicamente, se comprobó que existe una química interna que se relaciona con nuestras emociones, sentimientos y conductas; ya que hasta el más sencillo de los anteriores, está conectado a la producción de alguna hormona.Fisiológicamente hablando, los hombres parecemos ser más susceptibles a la acción de las sustancias asociadas al amor. Nos enamoramos más rápida y fácilmente que las mujeres.

¿El enamoramiento siempre termina? La respuesta es: Sí. Fisher explica como el enamoramiento solo se presenta cuando se produce en el cerebro la feniletilamina, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas que tiene la capacidad de aumentar la energía física y la lucidez mental. El cerebro responde a tal compuesto con la secreción de dopamina (que inhibe el apetito), norepinefrina y oxitocina, provocando que los enamorados puedan permanecer horas coqueteándose, haciendo el amor o conversando sin sensación alguna de cansancio, hambre o sueño. Estos compuestos ayudan a forjar los primeros lazos entre una pareja tras la primera oleada de emoción y fortalecen el sistema inmunológico. Así, una persona que es capaz de secretar más norepinefrina y oxitocina, tenderá a establecer relaciones a más largo plazo. En caso contrario, las personas que tienen menos receptores cerebrales de los que se necesitan para recibir los compuestos antes mencionados, se les dificultará establecer lazos permanentes con su pareja.La bioquímica también interviene en la relación sexual de una pareja. El cerebro de cada uno envía una señal química a la hipófisis, provocando la liberación de hormonas sexuales (estrógenos, progesterona y testosterona, por ejemplo). En consecuencia, la respiración aumenta 30 ciclos por minuto, la sangre se “alborota” se acumula en sitios como los labios, las mejillas, la vagina y el pene, facilitando la excitación y el placer sexual.
El ritmo cardiaco aumenta hasta 100 pulsaciones por minuto, los pezones se ponen firmes y la glándula del timo segrega timina en mayor cantidad, elevando el estado de ánimo. Es así que nos excitamos y que sentimos deseo sexual por el otro.

Una relación sentimental donde el factor sexual es el preponderante, durará entre los 90 y 180 días como máximo. Una relación de pareja no puede estar sustentada únicamente en el deseo sexual. Una relación de pareja no puede estar basada únicamente en el enamoramiento, ya que éste termina y con él, la “droga del amor”.Por desgracia, el enamoramiento que nos quita el sueño, el hambre y que nos hace desear estar con el otro todo el tiempo, termina. Cada ser humano es diferente, y esta etapa se puede alargar de los 4 meses hasta unos 2 años, pero no más. Tarde o temprano, la atracción bioquímica decae. Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y comenzamos a percibir al otro ser humano como realmente es, con todos sus defectos y áreas oscuras. Es inevitable y es necesario.

Es entonces cuando comienza una segunda fase del amor, donde están presentes otro tipo de sustancias químicas como las endorfinas de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos; los que confieren la sensación común de seguridad, comodidad y paz, dando lugar a la etapa del apego en la relación de pareja. Con el paso del tiempo y tras la bajada de feniletamina, las personas pueden sentirse cada vez menos enamoradas; sin embargo; si la pareja pudo construir una relación con bases sólidas, un proyecto mutuo, disfrutar de momentos familiares, de amigos y de una vida recreativa juntos, y mientras exista la convicción de que el otro representa un buen compañero de proyecto de vida, la pareja podrá ir forjando un camino sólido. Sin embargo, si al paso del enamoramiento le sumamos las expectativas irracionales que se crearon por la bioquímica cerebral y sin estar dispuestos a construir un amor verdadero; es decir, sin la convicción de estar dispuestos a darle un espacio significativo a la relación además de la vida sexual y si no creemos en el raciocinio del amor; seguramente experimentaremos insatisfacción, frustración, separación e incluso odio hacia el otro.

Buscar seguir enamorados como en la primera etapa del amor, es como querer ser adolescentes eternamente.

Solo a través de la generación de formas efectivas de convivencia, compatibilidad intelectual y un día a día en sana coexistencia se puede conservar la relación con aquella pareja que nos ha hecho liberar una gran cantidad de sustancias químicas y que ha provocado que nos comportemos y sintamos de manera grandiosa. El amor a la larga es un templo que se solidifica con las acciones y con la voluntad y no en lo que sentimos hacia el otro.

Por eso, los cuentos de hadas terminan con el día de la boda y no con lo que sucede después: la relación con los suegros, la princesa regañando al príncipe por toda la ropa que deja tirada, los reclamos por los ronquidos y porque el príncipe no apaga la luz en las noches pues le gusta leer antes de irse a dormir, o con la princesa haciéndose la dormida para evitar tener relaciones sexuales con su marido. Sí, parece que conforme avanzan los años en el matrimonio, los príncipes y las princesas nos vamos convirtiendo en sapos y ranas. La mezcla mágica de sustancias químicas deja de ayudar al proyecto de pareja inicial y es por eso que tantas parejas rompen cerca de los dos años de relación.

En la gran mayoría de los casos, cuando nos enamoramos de una persona, poco caso hacemos de la compatibilidad intelectual o de la de los proyectos de vida; pues mucho de lo que involucramos en el amor tiene que ver con la bioquímica cerebral y con la mente inconsciente (que es pasional y funciona sólo con emociones).

Lo anterior, nos impide ver todos los rasgos de la persona, especialmente sus defectos. Así que después de la etapa de enamoramiento, es cuando podemos conocer la realidad tal y como es y podemos cotejar si podríamos ser compatibles con el otro. Muchas parejas toman decisiones radicales (como vivir juntas o tener un hijo), antes de que termine el proceso de enamoramiento y es por eso que cuando el movimiento colectivo de dos termina, abren los ojos para descubrir que aquellas decisiones que parecían un acierto absoluto, no fueron más que apuestas al azar.

El “sueño dorado” de que todo irá sin problemas a lo largo de los años, es lo que experimentan las parejas que están próximas a casarse o vivir juntas. Sin embargo, la realidad es diferente a esta ilusión. Una vez ya casados o en convivencia diaria, nos damos cuenta de que no todo es miel sobre hojuelas y descubrimos que no era lo que esperábamos; pues en el trato diario salen a flote los rasgos de la personalidad que ocultamos en la etapa de enamoramiento. Es aquí cuando surgen los desencuentros y las crisis, que si no se aceptan, enfrentan y resuelven, llevan a una pareja a la ruptura.

Cuando el enamoramiento se cierra, cuando naturalmente el idilio se marchita, comienzan a aparecer las personas reales, con sus virtudes y sus defectos. Ante los ojos de ella el príncipe azul se desvanece y ante los ojos de él se desmorona la mujer perfecta.
Si los miembros de la pareja no están conscientes de que el enamoramiento es solo la primera fase de una relación, el término de esta fase puede ser algo muy traumático. 
Dependiendo de la madurez emocional y de la capacidad para elaborar las frustraciones que existan en cada individuo, será el resultado de esta experiencia.

Para algunos, la llegada del desenamoramiento puede ser totalmente insoportable y frustrante, por lo que el vínculo se rompe y cada uno sale corriendo en busca de una nueva relación, en búsqueda del “hombre y la mujer” perfectos. Tristemente, como esta primera etapa del amor siempre termina, quienes buscan mantenerla por siempre, viven eternamente desengañados; buscando nuevos vínculos, haciendo y deshaciendo parejas, sin que ninguna les dure.

Quienes viven en esta dinámica, se suelen sentir inmensamente frustrados y pueden caer en el error de inculpar al otro de sus fracasos, sin asumir las responsabilidades personales que los llevan a repetir una y otra vez el mismo error: creer que el enamoramiento durará para siempre. El enamoramiento, esta droga natural que nos regala la vida termina, pero con ella, también podemos tener acceso al amor verdadero, al amor real que solo se puede vivir después de que se ha terminado el enamoramiento…