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Hace relativamente poco, escuché decir a un amigo, en una reunión, que había que “estar loco”, para quitarse la vida. En la reunión hablaban de una mujer que se había suicidado en su camioneta, dándose un balazo y que dejaba a tres hijos huérfanos: –Tenía que estar loca-, decían. Yo comía queso compulsivamente mientras escuchaba las reflexiones de mis amigos. No hice ningún comentario, y reflexioné que cuando no se ha experimentado de cerca un suicidio, los mitos acerca de éste siguen siendo una constante. Toda la plática sobre aquella mujer, que en realidad se trató de un chisme, por alguna razón tuvo un impacto especial en mí. Me vinieron a la mente, en ese momento, por lo menos ocho o nueve pacientes con los que compartí un proceso terapéutico, y que presentaban algún tipo de ideación suicida; o bien, muchos otros que acudieron a mí por haber vivido la muerte de un familiar cercano por suicidio y después de revisar y repasar cada uno de esos casos, no pude encontrar en ninguno de ellos, alguna señal de locura. Padecían mucho dolor y mucha tristeza, pero nada de locura…

En esa cena, me di cuenta de que quienes piensan que necesariamente tiene que existir locura para que se lleve a cabo un suicidio, tienen la fortuna de nunca haber estado en un momento de vida donde todas las puertas de salida parecen estar selladas; y donde la existencia diaria solo es un reflejo de soledad, sufrimiento, miedo, angustia, culpa y oscuridad. Ahí decidí escribir mi primer libro: Suicido: decisión definitiva al problema temporal, (2013); con el objetivo de compartir lo que he aprendido, a lo largo de mi experiencia como psicólogo clínico y psicoterapeuta, con respecto al tema del suicidio.

Si revisamos los puntos que engloban la decisión de quitarse la vida, tal vez podríamos aclarar dónde estás parado el suicida, y cuáles son las razones por las que se siente desesperanzado; y sobre todo, podríamos en ese análisis, evaluar la certeza de su decisión. Seguramente, en está viviendo en desesperanza y se sienta confundido, en soledad, con miedo… Así que para entender el tema del suicidio, necesitamos partir de una realidad: no tienes que estar loco para desear dejar de vivir.

Existen muchos mitos alrededor del suicidio y éste es uno de ellos, pero de lo que estoy completamente seguro es que quien dijo por primera vez la frase de que: “Sólo se suicidan los locos, los valientes y los cobardes”, nunca antes había sufrido una depresión. ¡Qué bendición…!, porque quienes la hemos vivido o hemos estado cerca de quienes la padecen, sabemos que no se trata de un asunto de falta de contacto con la realidad; sino de un tema que tiene que ver con dolor, con un dolor profundo que cala hasta el tuétano. Quién está deprimido está sufriendo y no se necesita tener un desorden mental para tener esa capacidad de sufrir.

Si estás considerando quitarte la vida, es porque tienes problemas que aparentan ser imposibles de solucionar y que, desde hace tiempo, parecen haberte sobrepasado. Si estás pensando en el suicidio, se debe a que buscas desesperadamente una salida; y la muerte parece ser la única a tu alcance. Lo que es atractivo de la muerte es que es una solución; no importa lo que piensen los demás, no importa lo que diga la religión o el “deber ser”; la realidad es que en efecto: la muerte es una solución al sufrimiento. Tal vez no es la única y seguramente tampoco es la mejor; pero el simple hecho de considerar que puedes terminar con tu vida, hace que te sientas un poco mejor; y sólo por eso, ya representa una solución.

Es interesante: el simple hecho de validar la opción del suicidio normalmente hace que, quien se siente profundamente deprimido, experimente cierto bienestar. Y esto tiene que ver con el hecho de que quien desea quitarse la vida percibe, en ese momento crítico, que no tiene ningún control sobre su propia vida. El hecho de imaginar que puede terminar con su vida cuando lo desee, le brinda cierta tranquilidad. Por lo tanto, para quienes “vivir” es un problema, la muerte es una solución.

Puede ser que al leer estas líneas y al escuchar mis argumentos, consideres que estoy a favor del suicidio, y por supuesto que no es así; pero lo realmente significativo no es si yo estoy a favor o en contra de él es irrelevante para quien lo está considerando. Quien se suicida toma una decisión desesperada en un momento difícil desesperado; y esta, al final, representa una puerta que lo aleja de la raíz del dolor que lo aqueja; y es por eso que, a pesar de todo, sigue siendo una solución.

Tú y yo sabemos que las emociones que experimentamos están ahí, nos guste o no… Las sentimos y punto; y seguramente, si estás considerando el quitarte la vida, tú estás guardando dentro de ti: tristeza, miedo, enojo y desesperación. Así te sientes, y es por eso que estás deseando quitarte la vida. No importa si los demás están de acuerdo contigo o no, tú lo vives así: necesitas una solución radical a un problema radical. Tu vida parece haberse convertido en una pesadilla y la muerte parece la mejor salida a esta situación.

Pero…, ¿es realmente el suicidio una solución? A simple vista lo es, a corto plazo lo es. ¡Claro!, una vez que estés muerto, nada ni nadie a tu alrededor te podrá hacer daño. Cuando cruces el umbral de la muerte, nada de lo que te persigue hasta ahora te podrá alcanzar; y seguramente, ni la angustia ni la desesperación podrán encontrarte en el otro lado. No lo puedo negar, es por eso que la fantasía de la muerte es tan atractiva, es por eso que la idea no suena descabellada, y hasta me atrevo a decir que suena lógica, pues cualquiera que sea el origen de tu dolor, acabará en el momento en que dejes de respirar. Y no sólo no lo puedo negar, sino que además no pretendo convencerte de lo contrario; tú tienes razón: la muerte puede ser una solución a la crisis existencial que estás viviendo, y no es una locura, sino que “ES UNA DECISIÓN DESESPERADA A UN MOMENTO DESESPERADO.”

Es una realidad que, quien desea morir, vive en un nivel tan alto de vacío y desesperanza, que parece totalmente absurdo seguir adelante; y es un hecho que, quien toma la decisión, está viviendo con niveles tan altos de depresión y soledad, y cree que no hay nada por lo que valga la pena continuar.

  • ¿Cómo es que llegas a decidir quitarte la vida?–, le pregunté hace poco a un paciente que sufre de migrañas constantes y que pasa temporadas en total oscuridad y metido en su cama, por el dolor tan intenso que sufre. –Cuando la vida se convierte en un martirio, el suicido es un deber–, me contestó con un excelente sentido del humor, posponiendo hasta nuevo aviso su decisión. –¿Qué sentido tiene seguir sufriendo de esta manera?-, me preguntó enseguida, viéndome fijamente a los ojos, en una sesión en la que me refería que su dolor era insoportable. Y al recordar estas reflexiones tan crudas, las relaciono con tu dolor emocional y pienso que, seguramente, es proporcional a su dolor físico. ¿Para qué prolongar un martirio que no parece terminar?

Me puedo imaginar que esta reflexión te ha acompañado, a ti también, en los últimos meses. Parecería entonces, de acuerdo a estas experiencias, que el suicidio es una cuestión de sentido común y no un acto de locura. El hecho es que, la gran mayoría de las personas que intentan quitarse la vida, no están fuera del contacto con la realidad; y la mayoría de quienes lo han logrado, parecían tener una vida funcional, sensata y en algunos casos hasta envidiable. Nadie sabe lo que vivimos en la intimidad, nadie sabe lo que cada uno lleva a cuestas. “Todos los burritos creemos que la carga de los demás es más ligera que la propia”, y nadie puede experimentar el dolor ajeno; sólo cada uno de nosotros sabe el peso de la propia vida. –No parecía haberla estado pasando tan mal…, seguramente enloqueció-, me comentó en terapia la prima de una adolescente de 18 años que se quitó la vida con pastillas para dormir. Y esto nos demuestra que, para la gente en general, el suicidio es algo totalmente incomprensible y repentino.

Y así es el mito: Ante los ojos de quien disfruta la vida, el suicidio es una decisión absurda, cobarde y loca; que se toma de manera impulsiva, en un momento de crisis. Pero lo piensan por desconocimiento, porque la realidad no es así, ya que la gran mayoría de quienes intentan quitarse la vida son personas comunes y corrientes, como tú y como yo; que se ven atrapadas en situaciones de mucho dolor emocional, en eventos ante los cuales no parece haber salida, y por los que su sentido de vida se ve trastornado.

En lo general, nuestros sentimientos son un reflejo de lo que pensamos y nuestros pensamientos son el filtro con el que percibimos la realidad; pero es frecuente que si estamos viviendo en una situación de crisis y caos, nuestra percepción de la realidad no sea la más acertada, y por consecuencia nuestros pensamientos se puedan llegar a distorsionar.

Y así se entiende que, lo que sucede en la gran mayoría de los casos en que existe la idea de terminar con la vida, es que la persona involucrada cree conocer y entender todas las posibles salidas a su problemática y cree que estas opciones están agotadas. El suicida percibe que los hechos en los que basa su decisión son veraces, que no tendrían otra salida, ya que no es capaz de visualizar otra solución desde ninguna otra perspectiva posible. Es así como el que sufre puede llegar a tomar la decisión de quitarse la vida: basándose en una percepción que no necesariamente representa la realidad; permitiendo que el miedo y la desesperación sean sus principales consejeros.

¿Cuándo es que un ser vivo deja de luchar por su vida? Los estudios dicen que deja de luchar cuando su organismo experimenta fatiga y no tiene más energía para poder seguir adelante. ¿Sabías que cuando un animal está a punto de ser alcanzado por un depredador, después de unos minutos de cacería, y cuando ya no encuentra salida justo antes de ser destrozado, se abandona en un estado de “resignación” y deja de luchar? Seguramente has visto esta escena en algún programa televisivo de National Geographic, en la cual una leona va tras una cebra y esta última busca desesperadamente salvar su vida. Y aunque la presa se vaya sintiendo exhausta, sigue adelante hasta quedar totalmente sin aliento; y es en ese momento, cuando percibe que la leona está prácticamente encima de ella, y presiente que se acerca el final, pasa de estar en una tensión absoluta, a una relajación total. La cebra se “suelta” para entrar en un estado de trance, para pasar a un cierto tipo de estado hipnótico, el cual actúa como un mecanismo de defensa ante el dolor, ante lo inevitable. Es la última reacción del cuerpo ante lo que está a punto de suceder: el organismo entra en un estado de bloqueo, en una cierta aceptación de la muerte. Lo mismo sucede con los seres humanos cuando estamos a punto de morir; hacemos consciente que no tenemos otra salida y nos soltamos hacia la muerte. El suicida, vive en silencio este proceso y en la gran mayoría de los casos, lo lleva a cabo con resignación.

El suicidio representa para quien sufre desesperadamente, el único “mecanismo de defensa” posible en contra del sufrimiento y la desesperanza, que envuelven y oscurecen su propia existencia. El suicida siente que así tiene control sobre algo, por lo menos de su propia muerte, y siente que es un derecho con el que cuenta.

El suicidio adelanta lo inevitable, pero lo adelanta de manera definitiva, sin vuelta atrás; y además lo lleva a cabo en un momento de vida donde nuestra percepción de la realidad sólo nos permite visualizar la parte oscura de nuestra existencia.

Si deseas morir, y tal vez estás considerando matarte, en realidad estás buscando desesperadamente una solución al problema en el que se ha convertido tu vida. En el fondo no deseas morir, deseas dejar de sufrir, y para eso no es necesario morir.

Vivir es elegir. Escoger con conciencia puede representar la vida, elegir en la oscuridad sólo te puede llevar a la muerte.

El suicidio busca encontrar una solución real al caos en el que se ha convertido una vida. Sin embargo, es una solución definitiva a una serie de problemas que tienen solución, aunque no alcances a vislumbrar, y para la cual no es necesario morir. El suicida no desea morir, desea desesperadamente dejar de sufrir, pero no alcanza a ver la diferencia…